En busca de criaturas nocturnas

18.09.2015. Organizamos una salida nocturna con el grupo de Facebook Fauna y Flora de Albacete por la Sierra de Chinchilla, a la que se presentó nuestra amiga Laura Olivares. Salimos desde la zona de barbacoas caminando por el sendero para ver qué nos encontrábamos. El primer insecto que hizo acto de aparición fueron unas major de Camponotus pilicornis (Roger, 1859), una hormiga bastante común en Chinchilla y que identifiqué gracias al foro lamarabunta.org.

Camponotus pilicornis

Camponotus pilicornis

Pudimos disfrutar de los reyes de la noche, los arácnidos en varias ocasiones. Poco después de observar la Camponotus pilicornis, nos topamos con una pequeña Nomisia aussereri, especie común en la zona que ya he mostrado en otras entradas, pero vuelvo a poner otra foto aquí:

Nomisia cf aussereri

Nomisia aussereri

En medio del camino, se nos cruzó un sapo corredor (Epidalea calamita) que, haciendo honor a su nombre, se desplazó a grandes zancadas huyendo de la luz. No nos entretuvimos mucho con él y seguimos adelante en busca de arañas lobo. No recordaba que es justo a finales de verano y en otoño cuando las hembras de varios géneros de arañas lobo empiezan a dejarse ver con la prole sobre el abdomen. Ante nosotros se mostró una hembra de Hogna radiata en dicho estado. Caminando, se le cayeron varias crías del opistosoma, que supieron en contrar su camino de vuelta, imagino que por seguir enganchadas con un hilo de seda a la madre.

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Hogna radiata, cargada con la prole.

Poco después apareció la reina del suelo del bosque por la noche, la escolopendra común (Scolopendra cingulata), un ejemplar adulto bastante imponente…

Scolopendra cingulata, detalle de la cabeza.

Scolopendra cingulata, detalle de la cabeza.

Scolopendra cingulata

Scolopendra cingulata

Un primo de la escolopendra que también vimos, el geofilomorfo Himantarium gabrielis. Este extraño y sinuoso animal se alimenta de lombrices, a las que abraza e impregna con una sustancia que el pobre gusano absorbe a través de la piel y acaba paralizado, pudiendo el geofilomorfo alimentarse de ella.

Un primo de la escolopendra que también vimos, el geofilomorfo Himantarium gabrielis. Este extraño y sinuoso animal se alimenta de lombrices, a las que abraza e impregna con una sustancia que el pobre gusano absorbe a través de la piel y acaba paralizado, pudiendo el geofilomorfo alimentarse de ella… Un abrazo de muerte.

Hubo también observaciones de Blaps sp. como siempre. También de algún grillo doméstico y cucarachas, pero, sin duda, la estrella de la noche fue un lagarto ocelado (Timon lepidus) que nos dio tiempo a inmortalizar para siempre en nuestras cámaras antes de huir bajo una gran piedra (refugio también de la única población de Uroctea durandi que conozco).

Lagarto ocelado (Timon lepidus)

Lagarto ocelado (Timon lepidus)

Por esta época aparecen dos insectos que pueden llegar a ser bastante comues localmente. Uno es la polilla Cymbalophora pudica, conocida porque muchas veces se la oye antes de ser vista, ya que generalmente emite un sonido chirriante cuando vuela. El otro insecto es el cerambícido o longicorne Vesperus fuentei.

Cymbalophora pudica

Cymbalophora pudica

Vesperus cf fuentei, hembra.

Vesperus cf fuentei, hembra.

Vesperus fuentei, macho.

Vesperus cf fuentei, macho.

Agrotis obesa

Agrotis obesa

Finalmente terminamos volviendo a la zona donde la mantis iris (Iris oratoria) suele esconderse y allí observamos a una hembra exhibiendo el comportamiento típico de alerta…

Iris oratoria

Iris oratoria

Día 5: un paseo

10.9.2015. Este día fue el más caluroso de todos, casi llegamos a los 30 C y el sol pegaba bastante fuerte, así que por la mañana decidimos descansar. Ni siquiera al gato le apetecía moverse ni jugar. Estuve observando los polinizadores que acudían a las flores del patio, aunque todavía no los he identificado.

Después de varios días trotando por los campos de Iberia, nos encontrábamos hambrientos y somnolientos. Decidimos planificar un pequeño paseo por la Sierra de Chinchilla para la tarde.

Sobre las cinco ya estábamos en camino. El día no fue bueno para bichear, pero encontré, bajo unas rocas cerca de las barbacoas, un nuevo caracol que no conocía: Xerocrassa subrogata (Pfeiffer, 1853).

Siguiendo el camino, nos fuimos desviando en busca de una abubilla (Upupa epops) que apareció de repente, y seguimos caminando sobre lomas y entre romeros y espartos hasta llegar a la Casa del Agua, que nos mostró una escena bastante desoladora, pues esta se encontraba prácticamente vacía. A pesar de las lluvias generosas, no sé cómo, dentro de la piscina, a la que no puede acceder la fauna, no había casi agua. Espero que fuera una cosa puntual, porque es una zona interesante. Acercarnos allí nos sirvió para encontrar un pequeño saúco (Sambucus nigra), creciendo entre los juncos churreros del agua que brota por la zona… No hubo grandes observaciones de fauna esta vez y acabamos muy cansados porque anduvimos bastantes kilómetros. Era el penúltimo día.

Día 4, parte 2: visita rápida a Horna y Pétrola, y encinas de La Felipa

Flamencos rosas (Phoenicopterus roseus) en Horna.

Flamencos rosas (Phoenicopterus roseus) en Horna.

8.9.2015. Esta entrada va a ser corta, porque no vimos mucho, esta no es la mejor época, aparte de flamencos y ánades reales, pero bueno, al menos mi amigo vio flamencos de cerca. En Pétrola había todavía un flamenco con un ala rota, debido a la brutal granizada ocurrida pocos días antes, así que se lo comuniqué al director de la laguna, que amablemente me dijo que irían a buscarlo.

Anax parthenope

Anax parthenope en Pétrola.

En Pétrola vimos un martín pescador (Alcedo athiis), la primera vez que veo uno en este sitio, le hicimos fotos pero no son dignas de colgarlas en la red (estaba subido a un carrizo pero tiene ramaje delante y únicamente se ve el pico y el obispillo azul brillante). También algún chorlitejo grande (Charadrius hiaticula), un combatiente (Philomachus pugnax), cigüeñuelas (Himantopus himantopus) y andarríos chicos (Actitis hypoleucos). A la vuelta, volvimos a pasar por Horna, y esta vez, una garza real (Ardea cinerea) descansaba en medio, entre un grupo de azulones y cucharas. Nada del otro mundo, aunque interesante cita la del martín pescador.

Saxicola rubetra

Saxicola rubetra

Al volver, pasamos por La Felipa, no sin antes detenernos a observar, en la carretera entre La Felipa y Chinchilla, el paso fuerte de tarabillas norteñas (Saxicola rubetra), mosquiteros (Phylloscopus sp) y collalbas grises (Oenanthe oenanthe). De ahí, fuimos directos a las encinas de La Felipa, donde a veces he visto alcaravanes… bueno, no en las encinas, obviamente, sino por esa zona. Lo único que vimos fue un nido a rebosar de hormigas Crematogaster scutellaris, y poco más… Tenía una foto de esta colonia en el móvil, pero mi móvil se escachufló y la perdí…

Día 4, parte 1: por la ruta de la muralla de Chinchilla y más allá de la calle Diablos y Tiradores

9.9.2015. El cuarto día, ya estábamos a las nueve de la mañana realizando la ruta de la muralla de Chinchilla, cargados de cámaras y prismáticos. Por la ladera plagada de especies exóticas e invasoras que hay entre la zona baja del pueblo y la muralla, donde lo que más abunda es el género Opuntia, vimos algunos pajaruelos en plena migración, sobre todo sílvidos. Además, una golondrina dáurica (Cecropis daurica) se dejó ver bastante bien. Algunos gorriones chillones (Petronia petronia) hacían lo suyo, chillar, en las almenas del castillo, típico refugio de estas pequeñas aves residentes y gregarias.

Opuntia ficus-indica

Opuntia ficus-indica

Las estrellas de este paseo fueron, sin duda, las lagartijas ibéricas (Podarcis hispanica). En los parterres, los muros, el suelo, si uno iba con suficiente cuidado, se podían observar estos pequeños reptiles en busca de algo que echarse a la boca bajo el sol mediterráneo de la mañana. Durante los días que vivimos estas experiencias, las hormigas voladoras (casi todas del género Messor) ya salían de sus hormigueros en cantidades industriales, y los reptiles, claramente, se aprovechaban bien.

Podarcis hispanica

Podarcis hispanica

Podarcis hispanica

Podarcis hispanica devorando una hormiga voladora.

Una hora después, decidimos volver a casa para beber agua, repostar un rato, hacer caso al gato, que lo teníamos un poco negado al pobre, y después salir por otra zona de Chinchilla, cerca del Mortirolo. En una callejuela encalada, volviendo a casa, detrás del bar La Ermita, Jess encontró un insecto maravilloso que yo tenía muchísimas ganas de ver, la extraña mantispa (Mantispa cf styriaca), un neuróptero, emparentado con las crisopas y hormigas león, que ha desarrollado unas extremidades delanteras que recuerdan a las de las mantis, a las de algunas chinches e incluso dípteros, y a las galeras (Stomatopoda). Con ellas capturan pequeños insectos, muchas veces pulgones, de los que se alimentan. Si os fijáis en la fotografía, las patas de la mantispa se tuercen bastante hacia atrás cuando se encuentra en reposo, todavía no sé por qué.

Mantispa cf styriaca

Mantispa cf styriaca

Tras un rato en casa, volvimos a las andadas. Pensé que podíamos ir a buscar alguna Argiope cerca del pilón que hay siguiendo la calle de Diablos y Tiradores, no sé exactamente cómo se llama la zona, pero hay una surgencia de agua que inunda el borde de la carretera, creando una zona interesante para plantas como el junco churrero (Scirpus holoschoenus) y la enea (Typha dominguensis). La carretera que lleva a esa zona tiene unos años, y a un lado, hay montones de rocas enormes que aprovechan las lagartijas para esconderse. Por el camino, pudimos observar algunos mosquiteros musicales (Phylloscopus trochilus) en migración.

También hubo tiempo para más insectos. En una escalinata cerca del Puntón, unas hormigas me llamaron la atención. Patilargas, negras, con algunas cerdas blancas y el abdomen dirigido hacia abajo, se trataba sin duda de Aphaenogaster ibericaDos de ellas se entregaban al reconocimiento mutuo, juntando las antenas, y otras dos, se encontraban enzarzadas en una extraña lucha, por llamarlo de algún modo: una sujetaba a otra por el cuello, en una especie de sumisión que yo jamás he visto.

Dos obreras de Aphaenogaster iberica.

Dos obreras de Aphaenogaster iberica.

Extraño comportamiento de sumisión en Aphaenogaster iberica.

Extraño comportamiento de sumisión en Aphaenogaster iberica.

En una budleya cercana, decenas de abejas melíferas (Apis mellifera) y algunas abejas solitarias, así como una podalirios (Iphiclides feisthamelii), se afanaban en libar el néctar de las florecillas. No nos detuvimos mucho más, porque el sol ya calentaba, y ya se sabe que los ingleses se tuestan en seguida. Las lagartijas empezaron a hacer acto de aparición en seguida.

Podarcis hispanica. Fotografía de Jess Stokes.

Podarcis hispanica. Fotografía de Jess Stokes.

Podarcis hispanica

Podarcis hispanica

Ya allí, nos metimos entre las eneas y los olmos, y anduvimos por un pequeño prado con un solitario ailanto (que por cierto, habría que talar antes de que empiece a expandirse por esa zona, aunque no muy lejos hay otro…). Había cientos de saltamontes y otros invertebrados de interés, pero ninguna Argiope.

Incluso, en una olivarda ya en flor, vi dos ejemplares de la avispa Scolia hirta que no dejaron fotografiarse porque volaron rápidamente… Aparte de un Solanum nigrum que nos encontramos (identificado por José Antonio López Espinosa), vimos poco más porque el sol calentaba ya fuerte y los bichos reposan un poco a mediodía, así que decidimos volver a casa a comer, que el cuerpo nos pedía algo de comida. Por la tarde, iríamos a las lagunas de Horna y Pétrola a ver aves acuáticas, tras la horrible granizada ocurrida días antes, donde murieron más de 300 flamencos… Más en la próxima entrada.

Día 2, parte 1: Dunas de Urbanova, de día

7.9.2015. El segundo día, seguíamos en Alicante. Decidimos levantarnos pronto para acercarnos otra vez a la orilla del mar a ver aves, gaviotas en particular. La lluvia caía fuertemente, y durante la noche, algunas salinas de Aiguamarga se habían llenado de agua y al rato se llenarían de gaviotas. En la orilla soplaba un viento que sumado al agua de lluvia, imposibilitaba bastante mantener los prismáticos limpios. En la arena había muchos charcos. Tal como yo había previsto, en la orilla había algunas gaviotas patiamarillas (Larus michahellis), de Audouin (Ichthyaetus audouinii), cabecinegras (I. melanocephalus) y reidoras (Chroicocephalus ridibundus). El cielo gris traía consigo un bando de unos 15 flamencos rosas (Phoenicopterus roseus) que venían sobrevolando la playa del Saladar en dirección Sur. Tras ver esto, decidimos guarecernos nuevamente en casa y continuar la exploración cuando la lluvia amainara un poco, pero esto no llegó a suceder en varias horas. Mi amigo y yo decidimos explorar el borde de la carretera, donde crecía un gran pino carrasco y algunos de sus hijos, en el Saladar de Aiguamarga. No nos adentramos mucho, únicamente unos metros, porque queríamos ver alguna curruca cabecinegra. Esto no fue difícil, pero no aquí, sino en unos olivos cercanos. En Aiguamarga pude admirar la floración otoñal de la cambronera (Lycium intricatum), con sus florecillas violetas.

Lycium intricatum

Lycium intricatum

En esta zona había muchos caracoles comunes (Cornu aspersum) y algunas especies que habíamos visto el día anterior. Decidimos dejar atrás la urbanización para adentrarnos en las dunas vivas que hay tras la playa naturista. Como el tiempo no acompañaba, no nos asustamos viendo culos flácidos. Sí que nos sorprendimos viendo cantidades ingentes de ortópteros, concretamente de las especies Heteracris littoralis Pyrgomorpha conica. Vimos una mata de alcaparra loca  repleta de estos saltamontes, decenas de Heteracris se amontonaban, unos encima de otros a veces, sobre la mata. Para entonces, la lluvia no caía tan torrencialmente y se había convertido en una especie de calabobos.

Pyrgomorpha conica

Pyrgomorpha conica

Sphingonotus cf caerulans

Sphingonotus cf caerulans

Heteracris littoralis

Heteracris littoralis

Truxalis nasuta

Truxalis nasuta

Las fauna y flora dunares del sur de Urbanova son de notable interés. Yo conocía más o menos lo que había porque he visitado la Playa del Carabassí, cercana, y lo que hay en ambos lugares es muy parecido: vegetación típica de arenales costeros con algunas plantas adaptadas a la alta salinidad.
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Recordé que por esta zona hay un geófito muy interesante, la azucena de mar (Pancratium maritimum), así que mi amigo y yo estuvimos alerta por si aparecía uno, y justo es ahora cuando florece. Vimos uno, pero las flores ya se habían convertido en frutos. Quise encontrar también la larva de la mariposa Brythis crini, que se alimenta de las hojas de esta planta, pero no vi ninguna (si queréis ver una larva de esta polilla, podéis hacer click en este enlace, del blog de Pablo Portillo). Seguimos caminando hacia el Sur entre las matas de hinojo marino (Crithmum maritimum), que ya florecía.

Crithmum maritimum

Crithmum maritimum

Correteando entre las hierbas apareció una conocida en este blog, la mantis Rivetina baetica. Menudo bimbo para mi amigo. Una hembra tranquila, enfriada por la lluvia, posó durante un buen rato para nuestros objetivos.

Rivetina baetica

Rivetina baetica

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Gasteruption sp.

Mientras la observábamos agachados, en una planta que había justo a mi derecha, observé un bello himenóptero que todavía estoy tratando de identificar.

A unos metros de allí, crecía una enorme mata de cardo marino (Eryngium maritimum), también floreciendo, y por supuesto, acompañado de las inseparables chinches rayadas (Graphosoma semipunctatum), algunas de ellas en plena cópula, como no podía ser menos.

Nos dio tiempo a ver hasta coleópteros. Los abundantes tenebriónidos llegan hasta aquí. Su gruesa coraza negra les protege del intenso calor y sol. Por supuesto, no podían faltar las estrellas: Tentyria sp. y Blaps cf mucronata. El Tentyria es un escarabajito común en zonas secas junto al mar o húmedas y visto con lupa, posee unas mandíbulas impresionantes. Corre a toda velocidad por la arena. La segunda especie pertenece a un género común en el Mediterráneo. Los Blaps segregan una sustancia apestosa, de olor penetrante, como un ácido, cuando se ven en peligro.
Nos metimos en una zona de cañas bastante sucia (preservativos usados tirados por ahí, bolsas de plástico, excrementos…) donde se habían metido unos pajaritos que resultaron ser verderones, verdecillos, colirrojos… Aunque pasamos un poquito de las aves en este paseo, pues había tantos invertebrados interesantes a cada paso que dábamos que nos era difícil centrarnos en todo. Dentro del cañaveral crecían algunos lentiscos preciosos. Al salir, nos acercamos a una vaguada donde abundaban las olivardas (Dittrichia viscosa). Y allí aparecieron varios nuevos personajes de este ecosistema tan interesante:

Empusa pennata

Empusa pennata

Extraños compañeros de rama. Cicada sp. y ¿Micrommata o Peucetia?

Extraños compañeros de rama. Cicada sp. y ¿Micrommata o Peucetia?

Finalmente, poco después, apareció nuestra ansiada azucena marina en plena floración, un poco empapada, pero floreciendo al fin y al cabo.

Pancratium maritimum

Pancratium maritimum

Y no solo este ejemplar en flor, por lo menos había tres o cuatro más plantas cerca del primero. Con esta planta acabó el paseo, decidimos volver, debíamos descansar y coger fuerzas para el paseo nocturno, esta vez, en Chinchilla.

Pancratium maritimum

Pancratium maritimum

Microcosmos en el patio (I)

Estos días estivales de tan altas temperaturas, los sofocos al salir a la calle pueden llevarle a uno a pensar que las planas tierras manchegas están al borde de la deshidratación, que las hierbas ruderales se secarán en nada, agostando los campos antes de tiempo. Lo cierto es que esto no es así, que las plantas que habitan las llanuras y sierras de estas latitudes están adaptadas a lo extremo: gran escasez de agua y altas temperaturas durante varias horas al día.
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Incluso en el patio, me sorprendo de la capacidad de las plantas de aguantar bajo el sol del mediodía. Dos jardineras alargadas, junto a la pared, contienen plantas autóctonas de la zona, como romero, jara blanca, romero macho, santolina, y en otras macetas crecen otras que no lo son tanto, aunque sí son de origen cercano, como la adelfa, el lentisco, el olivo o la higuera. A pesar de no regarlas todas las noches (ya que es por la noche cuando se debe hacer), aguantan estoicas, agradeciéndolo únicamente la adelfa, dando grandes inflorescencias de flores rosadas, y la higuera, que ya fructifica. Para las otras, hace ya demasiado calor, así que emplean sus tácticas específicas para aguantar la deshidratación: defoliación, curvatura de las hojas… Las demás plantas que poseo por la capacidad de sus flores de atraer gran cantidad de insectos no reciben tanto sol directo: la budleya o arbusto de las mariposas, la lantana o bandera española, el jazmín chino o la madreselva. Incluso el saúco, sin flores pero ya con racimos de frutos aún verdes en su copa, sigue haciendo gala de sus facultades albergando una pequeña familia de gorriones comunes, tras haber conseguido librarse de la plaga de pulgones (Aphis sambuci) que lo asolaba. Parece que las fuertes temperaturas atraen todavía más fauna al patio, en busca de alimento en las plantas y agua en los rincones húmedos.

Aphis sambuci

Aphis sambuci

Los insectos son los grandes actores del patio, y sus protagonistas, sin duda, son los himenópteros: en el suelo, varias especies (por lo menos, tres distintas) de hormigas que no he sabido identificar (Lasius? Messor? Plagiolepis?) corretean en filas y en busca de cualquier pedazo vegetal o de origen artrópodo que caiga al suelo. Estos días 06.07.2015, algunos adultos alados emergían de sus nidos.

¿Lasius niger?

Lasius niger

Podéis ver que hay

Bullicio fórmico de las hormigas Lasius.

Con su típico ir y venir, las hormigas negras (Lasius niger), de velludo abdomen, parecen tomarse turnos de día y de noche, según el individuo, para explorar todos los rincones del patio. Conocida es la plaga de los áfidos o pulgones, en sus diversas formas, todas ellas aprovechadas y pastoreadas por estas mismas hormigas: en el alto saúco, los pulgones negros del saúco (Aphis sambuci); a su lado, en el espino albar, los verdes de las rosáceas (Macrosiphum rosae); y en la adelfa, aunque escasos (la larva de la crisopa, dotada de grandes mandíbulas agudas, da buena cuenta de ellos), los naranjas (Aphis nerii). Las hormigas han sabido aprovechar el líquido azucarado que segregan estas minúsculas chinches chupadoras de savia: los pastorean, cuidan y protegen, con sus acodadas antenas tamborilean los regordetes abdómenes de los pulgones, respondiendo éstos con una gran gota almidonada que ellas beben. A cambio, las Lasius los protegen de posibles depredadores. Simbiosis en estado puro: yo hago algo que tú aprovechas, y tú, a cambio, me proteges.

La avispa papelera (Polistes dominula), siempre sedienta, atraída por el agua goteante de la manguera o de la palangana donde crecen algunas plantas lacustres, recorre el aire en gran número, haciendo bastante incómodo permanecer en el patio durante más de unos minutos. Me sorprende observar que bastantes ejemplares presentan el abdomen algo deformado, abultado o incluso con los anillos descolocados, y creo que se trata de hembras de insectos llamados estilópidos (del orden Strepsitera, “alas retorcidas”) que parasitan estos himenópteros. Las hembras de estilópido viven en el cuerpo de la avispa (dependiendo de la especie, pueden atacar cucarachas, mantis, saltamontes o abejas), en la cual se desarrollan, los machos, por el contrario, pueden volar y viven solamente unas horas, en ese tiempo han de encontrar una hembra a la que fecundar. La hembra, encajada en el abdomen de su hospedador, muere consumida por sus propias larvas, que salen en busca de una avispa que les lleve a un panal. Allí terminan su estado larvario y las hembras se introducen en el cuerpo de la avispa. Por medio de una enzima, consiguen atravesar el tejido del hospedador y consiguen que éste segregue una especie de saco en el que se acurruca apretadamente el estilópido. Un parásito digno de admirar.

Avispa papelera (Polistes gallicus) estilopizada. Obsérvese el abdomen deformado.

Avispa papelera (Polistes dominula) estilopizada. Obsérvese el abdomen deformado.

A pesar de la abundancia de avispas papeleras, todavía otros himenópteros encuentran espacio, como la avispa alfarera Eumenes que a simple vista puede confundirse con la especie anterior, pero es de tamaño menor y de vuelo más directo. Este insecto construye un nido de barro en forma de vasija, amasando tierra húmeda con las mandíbulas, e introduciendo en su interior pequeñas orugas paralizadas, de las cuales se alimentará su larva. El color de estos nidos es exactamente del mismo del mortero de la pared, así que a veces resultan casi invisibles, pero si se mira con atención es posible verlos: pequeños montículos del tamaño de un garbanzo de color arena clara.

El macho de la abeja solitaria Anthidium florentinum, de llamativo abdomen amarillo con bandas negras, elige y defiende una planta florida frente a otros machos e incluso otros insectos, hasta que llega una hembra. (07.07.2015) Me ha sorprendido observar un macho que se había encaprichado con la budleya. Una mariposa del geranio (Cacyreus marshalli) que había llegado a libar las perfumadas flores ha corrido la mala suerte de cruzarse en vuelo con el macho de Anthidium, que se ha dirigido hacia ella a toda velocidad hasta golpearla con genio. La mariposa parece haber ignorado el golpe, porque ha seguido volando hacia otro racimo de flores más alejado de la zona controlada por la abeja. Esta especie es muy común en verano y la más llamativa de las abejas solitarias.

Anthidium florentinum, libando flores de budleya.

Anthidium florentinum, libando flores de budleya.

Anthidium florentinum en pleno descanso, sobre una hoja de baladre.

Anthidium florentinum en pleno descanso, sobre una hoja de baladre, el pasado 12 de junio de 2015.

El 11.07.2015, he visto la primera abeja carpintera (Xylocopa violacea) del año. Un ejemplar de gran tamaño, tal vez era una hembra, se afanaba en libar las rosadas flores del arbusto de las mariposas. Tiene gracia, una planta llamada así, que lo que más atrae son himenópteros y no lepidópteros, en fin, cosas más inverosímiles se han visto en la historia de la vida, como los cantos de las salamanquesas, de los que hablaré en otro momento, y que pocos han llegado a tener el placer de escuchar. La abeja carpintera, de color negruzco con toques violáceos y de alas pardas con dejes eléctricos, de vuelo directo, puede recordar de un vistazo a una cetonia. Su presencia impone respeto en el patio, el zumbido que producen sus alas es profundo, grave, vibrante, más que el de cualquier otro insecto, y uno podría llegar a temerlas, pero en realidad son poco agresivas, mucho menos que las avispas papeleras mencionadas hace un momento. Poco después, pasadas las seis de la tarde, este ejemplar había desaparecido; en su lugar apareció una pareja de Xylocopa en plena cópula, que ha venido a posarse sobre una pínula del saúco. Una especie digna de admirar.

Cópula de Xylocopa violacea.

Cópula de Xylocopa violacea.

Todos estos animales tienen siempre su función en la naturaleza, sin ellos, muchos de los procesos que a simple vista son difíciles de ver, pero con la debida observación minuciosa son alcanzables hasta para los ojos menos acostumbrados a la contemplación de los seres vivos, no podrían realizarse y los ecosistemas colapsarían.

Fin de la primera parte.

En El Torcío

El otro día (11.07.2015) estuve explorando, junto a unos amigos, las orillas del río Júcar a su paso por el término municipal de Albacete, en el paraje conocido como El Torcío. Para llegar hasta allí desde Albacete, ha de dirigirse uno por la carretera que lleva a Los Pinares, junto a Romica, y en uno de los desvíos se llega hasta el pequeño paraje, atravesando repoblaciones de pinos carrascos y piñoneros, con buenos sotobosques de romeros y coscojas en algunas zonas, y algunos nogales y encinas solitarios.

El Júcar, a su paso por el paraje de El Torcío.

El Júcar, a su paso por el paraje de El Torcío.

Uno de nuestros amigos, amante de la pesca sin muerte, se entretuvo a la orilla del agua, intentando pescar alguna carpa, y mientras, fuimos a dar un paseo para explorar la zona. Alejándonos de la orilla del Júcar, las áridas laderas de las lomas aparecían cubiertas de vegetación mediterránea como romeros, coscojas, pinos carrascos y piñoneros, encinas y algunas zarzas y espinos albares, así como retamas y cardos. Las uvas de pastor (Sedum sediforme) alzaban sus amarillas inflorescencias entre los tomillos y las rocas. Muchas hierbas ya hacía días que andaban agostadas, pero los insectos se encuentran en su salsa en esta zona: calor y sol es lo que necesitan para concluir sus ciclos. Vimos varias especies de hemípteros (chinches), muy abundantes en el monte por estas fechas:

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Jess tuvo la suerte de ver un insecto que jamás he visto, yo me lo perdí, pero al menos le hizo una foto. Se trata de una Stictocephala bisonia, una chinche saltadora de la familia Membracidae, procedente de Norteamérica, que se ha extendido mucho por el sur de Europa.

Stictocephala bisonia

Stictocephala bisonia

Una de las chinches que vi y que fotografié me sorprendió horas más tarde, al comprobar la foto, ya que su escutelo servía de hogar a un pequeño grupo de ácaros parásitos chupadores de hemolinfa.

Chinche verde (Nezara viridula) parasitada por ácaros.

Chinche verde (Nezara viridula) parasitada por ácaros.

Agalla de la avispa parásita Diplolepis eleganteriae sobre un foliolo de rosal silvestre (Rosa sp.).

Agalla de la avispa parásita Diplolepis eleganteriae sobre un foliolo de rosal silvestre (Rosa sp.).

También hubo tiempo para la observación de aves. Las oropéndolas europeas (Oriolus oriolus) no dejaban de cantar desde los altos álamos plateados, incluso conseguimos ver una hembra; pero, sin duda, la estrella de la tarde fue un jovencito alcaudón común (Lanius senator) que se mostró muy dispuesto a ser observado por nuestros curiosos ojos, mientras devoraba una abeja. El canto de los jilgueros resonaba por el vallejo y las golondrinas rozaban el agua a toda velocidad con sus cortos picos para saciar la sed.

Alcaudón común (Lanius senator), joven.

Alcaudón común (Lanius senator), joven.

La flora de la zona también tiene interés científico. Un espino albar (Crataegus monogyna), con los frutos todavía verdes, resistía implacable la insolación veraniega de media tarde, junto al camino, a unos metros del río, donde la zona perdía esa humedad característica de los bosques de galería.

Espino albar (Crataegus monogyna)

Espino albar (Crataegus monogyna)

Los árboles que crecen en la orilla forman un paisaje característico. Los álamos blancos (Populus alba), de follaje plateado, parecen de purpurina cuando el viento voltea las hojas y muestra su envés blanquecino. Otros árboles comunes en la zona son el fresno (Fraxinus angustifolia), los sauces (Salix sp.) y el olmo (Ulmus minor), que no es raro por el Júcar albacetense. En las orillas, los carrizos (Phragmites australis), las cañas (Arundo donax) y las eneas (Typha domingensis) hacen imposible el acceso a las salvajes aguas del Júcar, formando un ambiente sombrío y húmedo que aprovechan los invasores peces mosquito (Gambusia holbrooki) para resguardarse y alimentarse. Estas zonas remansadas son óptimas para ellos, ya que no se aventuran al centro del cauce, donde el agua podría llevárselos, y porque se alimentan de pequeñas larvas de insectos que viven entre los tallos de estas plantas palustres.

Bosque ripario en El Torcío.

Bosque ripario en El Torcío.

Fue una tarde de exploración y descubrimientos naturales en buena compañía, acompañados por el fluir de uno de los ríos que hidratan las secas tierras de nuestra zona, el Júcar.